UN PEQUEÑO HOMENAJE AL QUERIDO PROF. EMILIO BELTRÁN
17 diciembre 2015
26 de mayo de 2013
UN PEQUEÑO HOMENAJE AL QUERIDO PROF. EMILIO BELTRÁN
Hace muy poco tiempo nos dejó el prof. Emilio Beltrán. El mismo tenor de estas palabras, tan recurrentes siempre por desgracia en estos casos, convierte su formulación en algo tremendamente triste. Causa un profundo desasosiego incluso al lector extraño.
La muerte de Emilio Beltrán ha hecho perder al que escribe, por momentos, la quietud, tranquilidad y serenidad que conforman el deseable sosiego: no la muerte; la misma noticia de su enfermedad ya alimentó naturalmente ese estado. Con estas palabras logro, por tanto, el beneficio propio de hacer menos visible la personal cicatriz y, además, procuro generar las impresiones positivas que en justicia, en afecto y en salud deben quedar en el ánimo.
Con estas líneas quisiera ser suficientemente humano ‒ es decir, comprensivo y sensible a los infortunios ajenos ‒. Esta sensibilidad es posible desde el silencio; y hasta el punto de que es allí donde más elegantemente reposa. Pero ahora la pretensión principal, y creo que más certera, era la satisfacción del deber cumplido. ¿Cuál es este deber?
El prof. Beltrán formó parte del tribunal que hubo de juzgar mi tesis en nuestro querido Colegio de Bolonia. La relación con él no llegó a ser lo intensa que yo hubiera deseado; sí, eso sí, especialmente ilusionante para mí desde el inicio. Es natural que fuese así para quien estaba iniciándose por entonces en la carrera universitaria. Desde aquellos días se inició una ejemplar comunidad de trabajo de la que obtuve extraordinarias ventajas y de la que también se benefició, en lógica consecuencia, el área de Derecho mercantil de la Universidad Miguel Hernández a la que tanto debo. Con el prof. Beltrán publiqué una monografía de interés en sus Estudios de Derecho concursal (prologada cariñosamente, por cierto, por el prof. Jiménez Sánchez). Participó él mismo, junto con otros compañeros maestros de la disciplina, en un magnífico congreso sobre los problemas de la aplicación de la Ley Concursal que celebramos en nuestra Universidad. Gracias a su generosidad estuve vinculado varios años a uno de sus proyectos de investigación nacionales; y, finalmente, cuando ya sin saberlo ‒ ni él, ni nadie ‒ le acechaba la enfermedad, participé por invitación suya en el congreso nacional de la insolvencia celebrado en Antequera en abril de 2012.
El prof. Beltrán ‒ en cuya relación de amistad y afecto fue esencial el querido compañero y entrañable amigo albornociano el prof. Guillermo Velasco, discípulo suyo ‒ siempre tendrá su sitio en mi personal currículum. Mi deuda de gratitud es enorme por muchas razones. Todas ellas acrecientan su valor. Emilio Beltrán tenía una seriedad, un rigor y, en suma, una categoría excepcional. Estoy orgulloso de este privilegio. Las fotos que acompañan este sencillo y debido homenaje representan uno de esos momentos en los que la vida se muestra realmente maravillosa; y hoy, al cabo, tristemente sorprendente. Todos nos acordamos mucho de él: y su recuerdo en nosotros tampoco se extinguirá jamás.
José Carlos Espigares Huete